28 de gener 2010

PARLAMENT DE CATALUNYA, 26 de gener de 2010


Día de la Memoria del Holocausto
Parlament de Catalunya
Barcelona, 26 de enero de 2010
Raphael Schutz
Embajador de Israel


Señoras y señores:


Con el paso de los años los sobrevivientes, testigos directos del
Holocausto, van desapareciendo. Por ello cobran cada vez mayor
importancia otros medios que permiten preservar la memoria, ya sea a
través de la documentación, los libros, los estudios, los lugares de
memoria o la educación. En este sentido, también son fundamentales los
actos oficiales de recuerdo, por lo que quiero expresar mi reconocimiento
a este Parlament por sumarse a esta conmemoración, y mi gratitud por
haberme invitado a participar.


El acontecimiento que conmemoramos hoy no es sólo un hecho histórico.
Aunque el genocidio del pueblo judío se produjo hace más de 70 años
aquí, en Europa, la Shoá continúa torturando las almas de muchos y sigue
marcando sus vidas día a día. No se trata solamente de quienes
sobrevivieron a la tragedia y de sus allegados, sino que hoy, de hecho,
todo judío con una mínima conciencia debe preguntarse si algo tan
terrible –que en términos históricos se produjo hace apenas unos
minutos– no pueda volver a producirse de nuevo.


Por desgracia, no es una pregunta retórica ni teórica. La maldad humana
no desapareció con la derrota del nazismo. En las últimas décadas la
humanidad ha sido testigo de otros genocidios: Camboya, Ruanda,
Darfur, e incluso en el corazón de Europa, en los Balcanes.


Y aun hay quienes pretenden terminar la labor iniciada por Hitler. En los
últimos años, el Presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, ha declarado
en reiteradas ocasiones su intención de borrar a Israel del mapa,
llamamientos que han ido acompañados de pronunciamientos negando el
Holocausto. El hecho de que en estos momentos Irán sea aún miembro
legítimo de la escena internacional es un eclipse moral de la comunidad
de naciones y de sus dirigentes.


Israel es mi estado. Se fundó en 1948, 3 años después del fin de la
segunda guerra mundial. Contrariamente a lo que muchos piensan no fue
creado por el Holocausto. El sionismo, como movimiento de liberación
nacional del pueblo judío nació en el siglo XIX y llegó a su madurez
incluso antes de la primera guerra mundial. Ya en 1902, el periodista
judío austriaco, Benjamín Zeev –Theodor– Herzl, escribió el libro
Altneuland (‘Nuevo antiguo país’), en el cual prevé con precisión
profética la creación del estado de Israel. Israel no fue creado por el
Holocausto, pero sin duda la Shoá produjo tal estremecimiento en la
comunidad internacional que muchos consideraron que no se podía
impedir a los judíos que sobrevivieron el derecho humano elemental a
una vida segura en su estado nación. Israel recibió a los que se salvaron
de la tragedia; es el país de los sobrevivientes. Desde entonces hasta hoy
Israel ha asumido la responsabilidad por los judíos allá donde se
encuentren y, por lo tanto, no habrá nunca más judíos indefensos ante una
amenaza existencial.


Iniciaba mis palabras diciendo que el paso del tiempo hace su trabajo, y
cada año es menor el número de sobrevivientes que están con nosotros
para contar y dar testimonio de primera mano, lo que hace aún más
importante si cabe, el deber de conservar la memoria del Holocausto a
través de las instituciones académicas y de días del recuerdo como este de
hoy.


El recuerdo de la Shoá es una expresión moral con un gran valor. Esta es
la razón por la cual la comunidad internacional estableció un día, el 27 de
enero, fecha de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz,
como Día Oficial de la Memoria del Holocausto. La Shoá es un
acontecimiento histórico singular. La conmemoración de los actos del día
del recuerdo del Holocausto es un deber ético y de memoria. Ni las
diferencias ideológicas, ni las posiciones políticas, ni las circunstancias
internacionales deben condicionar estos actos de memoria. Hacerlo es una
forma de banalizar el Holocausto.


Estas iniciativas, así como la de incluir el tema del Holocausto en los
programas de estudios en el sistema educativo son esenciales para la
lucha contra el fenómeno del negacionismo del Holocausto. Por
desgracia, y bien a mi pesar, creo que estas tendencias reprobables se van
a intensificar a medida que vayan desapareciendo los últimos testigos.
Los negacionistas se refugian a veces detrás de valores democráticos
como la libertad de expresión, y hacen un uso cínico de ellos. Diversos
países de Europa y del resto del mundo han limitado e incluso prohibido
–y con razón–, a través de la legislación, la negación del Holocausto,
entendiendo que incluso la libertad de expresión debe tener sus límites.
Para nosotros, ciudadanos de países democráticos, la limitación de la
libertad de expresión o de otros derechos fundamentales nos resulta, sin
duda, chocante y dolorosa. Sin embargo, hoy sabemos que los escritos y
teorías negacionistas, revestidos por el aura pseudocientífica del
revisionismo histórico, no son más que una forma perversa de incitación
al odio.


Como dicen algunos historiadores, el Holocausto es el
acontecimiento histórico más probado de la Historia. La negación de la
Shoá no es en ningún caso la expresión de una idea académica susceptible
de ser defendida amparándose en el derecho a la libertad de expresión. El
negacionismo, en su contexto histórico y por su propia naturaleza
representa un llamamiento al racismo, al antisemitismo y a la violencia.
Es deber de todos y cada uno de nosotros velar por el recuerdo del
Holocausto y no olvidar nunca las enseñanzas del capítulo más terrible de
la historia moderna